Este
monasterio, mandado construir en 1447, por Enrique IV, aunque la leyenda
atribuye la fundación del mismo a su valido Juan de Pacheco, Marqués de
Villena, es un complejo de edificaciones distribuidas en torno a varios
claustros, góticos, mudéjares y platerescos.
Abandonado
tras la Desamortización
de 1836 y saqueado, su reconstrucción vino tras haber sido declarado Monumento
Nacional en 1914 y ser nuevamente ocupado por religiosos de la Orden Jerónima el
año 1927.
En
la fachada de la iglesia monástica, inconclusa, destacan los escudos de los
Pacheco y una airosa torre rematada con crestería plateresca, obra del
segoviano Juan Campero; su interior, con una nave, tribuna a los pies, capillas
laterales y cabecera poligonal, sigue el modelo de construcciones jerónimas y
fue obra del arquitecto Juan Guas.
Entre
las excepcionales obras de arte de este templo destacan la portada de la
sacristía, la tumba de Beatriz Pacheco y el Apostolado que enmarca los altos
ventanales de la cabecera, del escultor Sebastián de Almonacid; y el conjunto
plateresco formado por el retablo central, esculpido en madera, y las
monumentales esculturas de Juan Pacheco y de su esposa, María de Portocarrero,
obra de los escultores Juan Rodríguez y Lucas Giraldo.
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