31 de marzo de 2019

17 de marzo de 2019

vuelo en globo aerostático en segovia












¡Recuerdo aquella mañana cuando sobrevolamos el alcázar de Segovia!

      Eran las ocho de la mañana de un día soleado, con frio y poco viento, condiciones óptimas para volar. Llegamos al campo de despegue de globos y nos encontramos con globos que ya están a punto de partir, otros con los tripulantes subiéndose y el nuestro todavía llenándose de aire caliente que lo eleve.
      Cuando el globo ya estaba vertical nos subimos a la cesta. La cesta con capacidad para once personas incluida la piloto, está dividida en compartimentos para equilibrar el peso. La piloto dio instrucciones de cómo había que colocarse en el momento del aterrizaje, teníamos que agacharnos y agarrarnos a unos asideros.
      Miré hacia arriba y sobre mi cabeza se abría el interior del globo, lleno de un aire caliente que le daban dos potentes quemadores.
      Un operario soltó un cabo que estaba amarrada a un todo terreno y casi sin enterarnos el suelo comenzó a alejarse de nosotros.
      La sensación es difícil de explicar, el globo se eleva suavemente, sin producir sensaciones bruscas ni desagradables, y comienza una experiencia tranquila y relajante. Durante el vuelo, el globo y sus tripulantes viajan con el viento. Por este motivo el movimiento apenas se nota y parece que es el paisaje el que se mueve bajo nosotros. Ni siquiera sufriremos de vértigo. La falta de referencias sobre la altura a la que nos encontramos nos permitirá disfrutar en todo momento de unas vistas inigualables y de sensaciones únicas. Es todo muy silencioso, solo el ruido de los quemadores.
      En poco tiempo cogimos una altura de dos mil quinientos pies, otros globos volaban por debajo. La piloto no puede controlar la dirección, va a donde lo lleve el viento, solo puede controlar la altura para pillar corrientes de aire que lo lleven.
      Después de casi una hora de vuelo, la piloto lo hizo descender y el aterrizaje fue muy suave.
      Para finalizar brindamos con cava, como es tradición, y nos entregaron unos diplomas del vuelo realizado.

15 de marzo de 2019

castillo de peñafiel o el barco de castilla







Situación: El Castillo de Peñafiel se adapta al estrecho y largo cerro sobre el que se asienta en la localidad del mismo nombre, en la provincia de Valladolid, a 56 kilómetros de su capital. Peñafiel constituyó junto con su castillo un punto fundamental en la línea defensiva del Duero, tanto para cristianos como para musulmanes allá por los siglos IX y X. Desde el cerro el castillo dominaba los valles de los ríos Duero, Duratón y Botijas, y protegía la población. Está situado en la antigua frontera cristiano-árabe y controlaba la línea del Duero y el final de la ruta del río Duratón, camino medieval que venía desde tierras segovianas.
Historia: Su primera edificación data de principios del siglo X. Las primeras noticias de esta fortaleza datan de principios del siglo XI cuando el conde Sancho García lo toma a los árabes y pronuncia la célebre frase desde hoy en adelante esta será la peña más fiel de Castilla, con lo que dio origen al nombre de la villa, que antes se llamaba Peña Falcón. El señorío de Peñafiel, creado por Fernando III el Santo, pasa a manos de Alfonso X el Sabio y de éste a su sobrino Don Juan Manuel, el infante poeta, autor del conocido libro El Conde Lucanor. Es éste quien reedifica la vieja fortaleza del siglo XI, que se prolongaba a través de unas murallas, hasta rodear toda la villa. Don Juan Manuel lo donó al monasterio dominico de San Pablo. Sin embargo, el castillo actual es obra inacabada, edificada sobre las ruinas anteriores, en el siglo XV, por Don Pedro Girón, maestre de la orden de Calatrava, durante el reinado de Juan II de Castilla.
En 1442 nació aquí el desdichado príncipe de Viana. Este príncipe era hijo de Juan II de Aragón y Blanca de Navarra. A la muerte de su madre, se vio obligado a gobernar el reino con la segunda esposa de su padre. Surgieron discordias y el reino se dividió en dos grupos. El príncipe fue encarcelado y murió envenenado a los pocos meses.
Descripción: Por su original forma se le ha comparado con un inmenso barco anclado en la meseta castellana y está considerado como joya de los castillos vallisoletanos y uno de los ejemplos más perfectos de los llamados castillos roqueros en Castilla y seguramente en España.
Su estilo es ojival germánico. Su planta rectangular, de unos 210 metros de longitud por unos 35 metros de anchura, y termina hacia el norte formando un ángulo agudo. Consta de dos recintos. El recinto exterior es grueso y presenta una puerta defendida por dos cubos. El recinto interior presenta la fuerte chimenea-torre del homenaje y cortinas de muralla que se apoyan en 30 torres redondas, separadas cada 10 ó 15 metros, que se corresponden en ambas fachadas. Igualmente aparecen cubos en los ángulos y en el centro de la pequeña fachada que da al sur.
Situada con una ligera orientación al norte está la torre del homenaje, de 34 metros de altura y planta rectangular. Está flanqueada por ocho torrecillas cilíndricas en los ángulos y en el centro de sus cuatro lados. El interior de la torre consta de dos plantas abovedadas, dos cámaras que se nutren con bóvedas de cañón, unidas por una escalera de caracol de planta cuadrada, y rematada con el típico matacán almenado con garitas en las esquinas. La planta inferior se usó de prisión y la superior, de gran altura, posee ventanales y chimeneas. A ambos lados de la torre se desarrollan dos amplios patios, actualmente vacíos pero que debieron albergar pabellones para soldados y siervos y las caballerizas al sur y los almacenes y el aljibe al norte. Aún subsiste el aljibe que suministrara agua al castillo y cámaras subterráneas junto a la torre. Se completa el conjunto con una puerta de escape y con galerías. También se ve el paseo de ronda que presenta un remate almenado. La entrada a la torre del homenaje debió de ser a través de un puente levadizo. A través de una segunda puerta, se accede al amplio patio situado al sureste, en el que se ha construido el Museo del Vino.
Materiales: Toda la construcción está realizada en piedra perfectamente labrada, sillares calizos y blanquecinos que recuerdan a un gran buque. La piedra que se usó en su construcción fue extraída, al igual que la de la catedral de Valladolid, de las canteras de Campaspero.
Estado de conservación: Se encuentra restaurado y algo transformado, y alberga el Museo del Vino.
Propiedad y uso: Es propiedad del Ayuntamiento de Peñafiel.
Protección: Fue declarado Monumento Nacional por Real Orden del 1 de junio de 1917.
Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.

plaza del coso, peñafiel





El gran navío de la meseta castellana, me refiero a la figura tan peculiar del alargado castillo de Peñafiel vista desde la plaza del Coso.
La imagen más típica del castillo de Peñafiel y del pueblo vallisoletano es la plaza del Coso en primer plano, y al fondo, en lo alto de la colina, la fortificación alargada con forma de barco.
La plaza del Coso es una plaza que hace las veces de plaza de toros, está formada por cuarenta y ocho edificios  y se accede a ella por dos calles. Los balcones adintelados, son de los siglos XVIII y XIX en madera, y se encuentran decorados con motivos arabescos. La función de estos balcones desde su origen hasta hoy es la de servir de lugar para presenciar los espectáculos. Es una de las primeras plazas mayores de España, dada su singularidad. Su construcción se realizó desde antiguo para fines lúdicos, entre los que destacaban las justas y torneos medievales y posteriormente las sueltas y corridas de toros