8 de octubre de 2019

teatro romano, medellín



El teatro romano de Medellín se localiza en la ladera sur del Cerro del Castillo, dentro de los límites de un importante yacimiento arqueológico cuyos orígenes se remontan al Bronce Final y el período Orientalizante.
Las intervenciones arqueológicas desarrolladas en su recinto desde el año 2007 han sacado a la luz detalles de la estructura de su graderío y escenario, recuperándose además una gran cantidad de elementos decorativos, como el opus sectile del frons pulpite, elementos de su columnatio y varias piezas escultóricas.
Los materiales, técnicas y decoraciones utilizados en su construcción han permitido fechar su erección en época tardo-republicana o protoaugustea, detectándose reformas posteriores de época claudia y del siglo II.
Aunque el estado de conservación del graderío del teatro resulta excepcional, la situación de su muro perimetral exterior es irregular, habiendo desaparecido gran parte de su sección y presentando grandes roturas en los lugares en los que se ubican las puertas de acceso. La fuerte pendiente de la ladera en que se asienta este monumento ha hecho que las aguas de lluvia y los materiales arrastrados por ella hayan erosionado los muros. En consecuencia, tales erosiones han provocado la disolución de sus morteros, la aparición de depósitos de sales así como también profundas pérdidas en su mampostería.
Por su parte, el conjunto del frons scenae se ha derrumbado, lo cual no ha evitado rescatar buena parte de los elementos que lo constituían, tales como las columnas y esculturas ya mencionadas.
No obstante, la impresión general ofrecida por el monumento resulta muy atractiva y sugerente pues a la excepcionalidad de las partes conservadas cabe sumar su sorprendente ubicación, justo debajo del castillo medieval y al mismo tiempo elevado detrás de una iglesia datada en el siglo XIII, todo lo cual conforma una interesante impresión escénica donde formas y volúmenes de diferentes épocas y estilos se superponen en una alineación que pudiera parecer intencional aunque en realidad obedece a la casualidad.
Es preciso señalar que la mayoría de las columnas que se han recuperado conservan el estuco que las recubría a modo de decoración. Este detalle resulta extraordinario (el estuco es un material bastante vulnerable), máxime teniendo en cuenta que las piezas han permanecido entorno a dieciséis siglos enterradas. Así pues, hoy se puede apreciar las dinámicas acanaladuras y la delicada decoración que revisten los fustes y capiteles jónicos, todos ellos labrados en granito. Entre las esculturas desenterradas merecen especial mención dos estatuas femeninas de mármol, togadas, tratadas con una exquisita técnica de paño mojado y además una esfinge, fabricada con el mismo material.
Justo detrás del frente escénico (frons scenae) Se ha documentado una calzada cuyo enlosado todavía se conserva, así como también la cloaca que discurre bajo aquélla. Por otro lado, junto al acceso occidental del teatro se abre un amplio recibidor, llamado versura, desde el que arranca el pórtico columnado que acompañaba el trazado de la referida calzada. De este pórtico sólo se conservan las partes inferiores de las ciclópeas columnas que lo soportaban. Además, resaltar la presencia de un colosal muro anejo perpendicularmente a la pared exterior del teatro y cuya función consistía en soportar el peso de la planicie extendida en un nivel superior. Esta estructura se debe a la organización aterrazada que conoció el urbanismo romano desarrollado en la ladera del Cerro del Castillo.
En cuanto a las restantes partes del teatro, mencionamos en primer lugar el propio escenario, reconstruido con fidelidad al original atendiendo a los restos de madera carbonizada hallados en el lugar. Debajo de este espacio se abren las oquedades destinadas a alojar los mecanismos que manipulaban la tramoya asociada a la puesta en escena de la obra. Delimitando el escenario se encuentra el frons pulpiti. Este murete (en su tiempo recubierto de mármol) estaba destinado a recibir esculturas. Un amplio pasillo (itinera) separa la zona de la escena de la zona de las gradas. Ante ellas se abre la orchestra, semicírculo enlosado en mármol donde se situaba el coro. La proedia correponde a los primeros peldaños del graderío destinados al acomodo de los patricios quienes se sentaban en butacas sobre el granito cubierto de mármol. Ambos detalles, exclusivos de esta parte del graderío, denotan el aspecto lujoso de la proedia. A continuación se eleva la ima Cavea, ocho primeros peldaños de las gradas, para las personas del estamento militar. En su centro se incrusta el sacrarium espacio reservado para los cultos o colocación de figuras religiosas. Más arriba, se despliega la media cavea, ocho siguientes escalones, donde se sentaban el resto de ciudadanos libres. Finalmente, la summa cavea, hoy desaparecida, de menor capacidad, estaba construida en la zona superior y sus gradas alojaban a los esclavos y a las mujeres no patricias.
Todo para acoger a un total de entorno a 1700 espectadores.

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