Al
día siguiente, sus padres, antes de emprender el viaje, van a ver el cuerpo de
su hijo, quien sorprendentemente estaba vivo y les dice: “El bienaventurado
Santo Domingo de la Calzada me ha conservado la vida contra el riguroso cordel…
dad cuenta de este prodigio”. Los padres acuden a contar el suceso al
corregidor de la ciudad, pero éste, escéptico, comenta que el joven está tan
vivo como el gallo y la gallina asados que se dispone a comer. Al instante las
aves recuperan las plumas y la vida, dando fe del portentoso milagro.
De
ahí el dicho: “Santo Domingo de la Calzada donde cantó la gallina después de
asada”
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